miércoles, 1 de junio de 2016

REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 25 — Junio de 2016 — Año VII
ISSN 2250-4281

Inscripción gratuita como LECTOR
si escribe a zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).


“Esquilo”
Mónica Villarreal (2016)
(Acrílico sobre papel, 30 cm x 23 cm)
Serie “Poetas Clásicos Griegos”

Sumario:

Poesía
• Jorge Leónidas Escudero: el poeta que encontró oro. (Luis Benítez)
• Petraq Risto: poesías desde Albania (Peter Tase)

Narrativa
• El cólera en la ficción de García Márquez. (Ángel Gavidia Ruiz)
• Biografía breve y obra de Gabriel García Márquez.

Ensayo
• Humanizar la educación. (Pablo Romero García)

Y algo más…
• En busca del leguaje único. El luto de los colores & Metáfora en busca del lenguaje único. Bluesía.
Oxímoron. (Anna Rossell)
• Información versus Comunicación – La imaginación liquidada. (José Antonio Cedrón)

Nuevos colaboradores de Realidades y Ficciones (currículo):
Pablo Romero García, Montevideo, Uruguay
José Antonio Cedrón, Buenos Aires, Argentina – Cuernavaca, México



Poesía

JORGE LEÓNIDAS ESCUDERO: EL POETA QUE ENCONTRÓ ORO
Luis Benítez ©

La escueta biografía no lo dice todo. Jorge Leónidas Escudero nació en San Juan, Argentina, en 1920. Abandonó sus estudios de agronomía para dedicarse a la minería. Durante años buscó oro en las montañas de su provincia. Comenzó a publicar a los 50 años. Editó sus poemas en diarios y revistas del país y del exterior. Obtuvo primeros premios en varios concursos y distinciones de entidades culturales cuyanas. Fue incluido en la Antología de la Poesía Argentina publicada por Raúl Gustavo Aguirre en 1979. Su obra fue antologada en México por el poeta y profesor de la Universidad de Guanajuato, Benjamín Valdivia, en 1990. Editó los poemarios: La raíz en la roca (1970), Le dije y me dijo (1978), Piedra sensible (1984), Los grandes jugadores (1987), Basamento cristalino (1989), Umbral de salida (1990), Elucidario (1992), Jugado (1993), Cantos del acechante (1995), Viaje a ir (1996), Caballazo a la sombra (1998), Aguaiten (2000), Senderear (2001), Le dije y me dijo (antología editada en México por Ediciones Azafrán y Cinabrio, 2006). En Ediciones en Danza publicó los siguientes títulos: A otro hablar (2001), Verlas venir (2002), Andanzas mineras (2004), Endeveras (2004), Divisadero (2005), Tras la llave (2006), Caza nocturna (2007) y Dicho en mí (2008). Ediciones en Danza publicó en 2011 su Poesía Completa. Dos veces, en 2011 y en 2015, le fue negado el Premio Nacional. Murió el 10 de febrero de 2016.
¿Es todo lo anterior lo que queda de un hombre como Escudero, sus libros y otros datos? Definitivamente no, porque estamos hablando de alguien extraordinario, de uno de los mayores poetas de América latina, pero que cometió dos involuntarios “errores”: tener un originalísimo talento y nacer en el interior de un país que establece un canon literario regido por las conveniencias del marketing y las influencias de los medios de comunicación. Un canon que no contempla tanto los logros de un autor como su afiliación a las capillas de turno. Un canon que, como tan explícitamente lo declaró uno de sus máximos impulsores actuales, funciona como un “sistema de exclusiones”, en vez de servir como un dispositivo de inclusión. Es cierto que tardíamente —muy tardíamente— Escudero tuvo que ser admitido, celebrado y legitimado, mal que les haya pesado a los académicos y periodistas canonizantes que durante décadas le negaron al maestro sanjuanino el espacio que tan notoriamente le pertenecía. Que no sean hipócritas: ese espacio en la poesía argentina se lo dimos sus lectores, no los medios, no la academia, no el marketing que tantas veces consagró y consagra a figuritas cuyos textos, al leerlos, “no nos mueven un pelo”, como seguramente diría nuestro homenajeado, tan diestro manejando la expresión coloquial. Fuimos nosotros los que lo descubrimos, lo seguimos y lo consagramos, porque el oro que Escudero no halló en la tierra, sí lo encontró en las palabras.
El oro puro de la poesía genuina, que siempre está más allá de los premios y las distinciones, fuera de la prensa y las luces de los estudios de televisión, que hoy se prenden y mañana se apagan. Allí, en la obra, está el oro de la poesía argentina que descubrió Jorge Leónidas Escudero y que, como su ejemplo, se queda para siempre. Su brillo permanente: ese es su mejor homenaje.


POEMAS DE JORGE LEÓNIDAS ESCUDERO

LA CREATIVIDAD
Jorge Leónidas Escudero ©

Viene de antes que vos y sorpresivamente
a veces te habla.
Mientras tanto el artista hace
garabatos y cree
gobernar la manija creativa.

A veces se te asienta
el pájaro famoso de la inspiración
y otras un sapo intuitivo
salta en tu pecho y caza hermosa mariposa.

Creíste ser el creador de eso
cuando era el otro,
el que está escondido siglos y siglos atrás
y te habló porque estabas propicio a escucharlo.

Pero vos creíste ser el fabricante de crear
cuando más bien agradecé
porque te arrojaron desde lejos, si acaso,
un pedazo de verdá.

Porque antes de eso
cuántas veces creíste que sí,
que eras vos el creador y al intentar
hacer arte sólo hiciste
palos de ciego, merdosidá.

Luego si nadie es creador ¿qué pasa? Nada,
porque todo es garabatear mientras se espera
que desde lejos, de alivio,
se te asiente un pájaro hermoso
o el sapo intuitivo te entregue una mariposa.


LO INESCRUTABLE
Jorge Leónidas Escudero ©

Si usted toma la punta de un conocimiento
y empieza a tirar el hilo
va a sacar una sombra.

Es tremendo y espanta,
porque si todo está unido a todo
uno piensa extraer un pez gordo
y termina vencido con la boca gusto a nada.

Mi caso es el de siempre, siempre el mismo.
Ya no puedo callar y más tranquilo
vivir sino que indago e inmerecidamente
caigo en la oscuridad.

Tras el fuego sagrado a si pellizco
me levanto alta noche y sigiloso
pongo la caña de pescar en vano.

Sin embargo insisto.


Currículo de Luis Benítez en:


PETRAQ RISTO: POESÍAS DESDE ALBANIA
Peter Tase ©

Petraq Risto nació el 9/6/1952 en la ciudad de Durres, Albania. Hizo estudios de licenciatura en periodismo y de postgrado en crítica teatral. En 1990 fundó la Editorial “Globus R”, donde ha publicado más de quinientos libros de escritores europeos, entre los que se encuentran también albaneses.
Es autor de numerosos volúmenes de poesía, novela, historias y cuentos.
Sus libros mas distinguidos en poesía fueron publicados en albanés: La manzana desgastada por la tormenta (Mollë zhvirgjëruar nga rrufetë), Juego de ajedrez en el siglo XXI (Lojë shahu në shekullin XXI), El ángel con el virus H5N1 (Engjëlli me virus H5N1), Aleluya (Hallelulja), El lector de los labios: la Ra-zon (Lexuesi i buzëve: ar+sy+eja!), Apocalipsis (Apo-ka-lypsi); Amigos de la sospecha (Miq të dyshimit). También publicó el volumen Pasajero con el polvo del infierno (Udhëtar me pluhur ferri), y las novelas El avión Madame Butterfly; La hermosa fantasma y yo, el Sr. Toco y muerte; Una mujer con el orden del lobo. También, dos volúmenes de cuentos: La muerte del payaso, Prohibido la matanza de lobos.
Sus libros de poesía fueron traducidos en varios países del mundo, como ser: Francia, México, Macedonia, Estados Unidos, Rumania, Italia. En Éditions L'Harmattan: Amer est le miel des tombes (I hidhur mjalti i varreve), Paris, 2009. En México: El guardián de las golondrinas (Kujdestar i dallëndysheve), publicado en los dos idiomas español y albanés en el Géiser & Toshka, México, 2008. En Rumania: Vânatul câluţilor de mare (Gjuetia e kuajve të detit), traducido por Kopi Kyçyku y publicado por la editorial Librarium Haemus, Bucarest, 2008. También el libro Chess match in the XXI Century (Lojë shahu në shekullin XXI) en los Estados Unidos, publicado en el sistema e-book en Kindle y en Amazon.com (2011).
Las poesías de Petraq Risto fueron recogidas en revistas y en varias antologías en los Estados Unidos, España, Italia, Inglaterra, México, Macedonia, Rumania y otros países. Su poesía tiene valores excepcionales por su figuración deslumbrante, la fina sensibilidad, la decepción, el dolor y también porque siempre muestra al ciudadano rebelde.


ENCONTRÉ UN PEQUEÑO PLANETA
Petraq Risto ©

Encontré un pequeño planeta herido por la tormenta
Lo mantuve cerca de mi pecho y me dijo: soy el corazón
Encontré un planeta tan pequeño hasta lo podría abrazar con los brazos
Me dijo: soy el amante.

Encontré un pequeño planeta grande como el puño
Me dijo de transformarlo en una mano
Le abrí los dedos uno por uno
Y el planeta se devolvió en flor.

Encontré un planeta pequeño, un poco rayado
—No tengas miedo no soy viejo todavía
Lo acaricie un poco mientras rogándole
Se volvió en una mujer de fuego...

Cuidado, cuando encuentran planetas de pecado.


ESCRITO EN LA PARED...
Petraq Risto ©

Cuando encontrarás el libro viejo escribe en la pared
No te olvides de mirar el otro lado de la pared
Leer el mismo libro de otro punto de vista
Y entender por qué la pared no se puede destruir.
Después puedes sostenerte en la pared
Trascender suavemente los golpes del corazón
Y las palabras pesadas escritas en la piedra
Y dibujarlas en las formas de las ventanas
Así la pared se puede leer por los otros.


FALTA DE HAMBRE
Petraq Risto ©

Me llamo Eva.
Quiero comer solo manzana
En la mañana: amarillas
En el almuerzo: verdes
Las rojas: por la noche
En la ciudad de Edén
Cada día viene y se va
El único médico Adán.

No quiero comer otra cosa, solo manzana
Y el médico Adán se siente mal mirando:
Mis pechos se vuelven más pequeños
Las velas de mis manos y pies
Estás derritiendo
Bajo la sombra del árbol
Como una sombra me vuelvo más flaco.

Cada vez aparece el comerciante Satanás:
Si no tienes manzana
Comí a Adán...
Le mato a Adán
Le corto la manzana de la garganta
Y camino por las calles
Comiendo al mismo tiempo
Las tres manzanas de los semáforos...


SOLO EN EL DESIERTO
Petraq Risto ©

Solo en el desierto con la sombra escondida en los agujeros de los zapatos: cucaracha
Se puede dar cuenta cuando se ríe, como la sombra la risa no se puede ver
Solo en el desierto... la pequeña sombra lucha con los zapatos que le pisan.
Solo en el desierto. Un insecto me invita en su fiesta de arena
Tomo un trago de tiempo, me dice y ríe, el insecto con la sombra en forma insoportable

Solo en el desierto, en este cielo azul: una barba de beduino
Con algunos gritos de guerra donde las balas no son de arena
Una rana verde me dice: no soy soldado y como soldado hace el juramento.
Yo doy la vuelta y veo las palmas con rayos
El desierto con sed me mira: toma los ojos y cámbialos en pozos.

La pequeña sombra lucha con los zapatos que le pisan.
Solito con un insecto que juega con la rana verde
Y con la densa sombra bajo el zapato: cucaracha
La rana inventa algo para la sombra de cucaracha
Y la cucaracha inteligente deja su dueño, salta arriba
Y el tiempo se confunde con la noche oscura

En vivo te entienden cuando te ríes, como la sombra la risa no se ve
Quién eres me pregunta la sombra destruida de la luna
Y yo me atrevo a decirle: soy soldado – huérfano de desierto.


EL TRIÁNGULO DE BERMUDA
Petraq Risto ©

Un triángulo hace un Pitágoras.
En un triángulo se puede colgar una persona
Él puede servir como un péndulo por una hora
Que puede hacer historia.
Un círculo dentro del triángulo hace unas esposas
Las esposas no pueden funcionar sin manos...
Abrí el puño del globo con cinco dedos
Abracadabra el negro triángulo

Dos triángulos hacen una estrella de David
En una esquina están tres judíos
En tres esquinas tres camicaces
(Una triste propuesta: Es posible que el cinto de Gaza
Se pueda usar como el cinto de la mano,
Sin esposas, obviamente.)
Tres triángulos hacen una pirámide
Dentro de las mismas duerme un faro
Están durmiendo millones de esclavos
Golpe de estado
Palmas de sangre
Mares de veneno
Y sobre todas: eternidad del cuerpo
Entre los vehículos blindados: Belén

Cuatro triángulos hacen tres tumbas
Y una pistola. Una chacra de marihuana
Y tres policías. Tres ricos y un jache
Una prostituta y tres hombres. Tres ríos
Y un océano: Belén
Entres los tanques

Cinco triángulos hacen una nave
Y cuatro puertos. Cuatro respiros y un tiburón.
Una llamada y cuatro “SOS”
Y todos: Pitágoras

David
Judíos
Los Camicaces
El cinto de Gaza
Reloj
Las esposas
El colgado
El globo
Faro
Los esclavos
Belén
Marihuana
La pistola
Las tumbas

Policía
Gente rica
El jache
La prostituta
Y puede ser YO
Entramos en la trampa con el nombre exótico
BERMUDA


LA GENERACION PERDIDA
Petraq Risto ©

Viene un tiempo y cada generación
Se siente perdida
Quiere decir: enfrente del mar
Naves viejas
Con el reumatismo de la oxidación en su borde
Enfrente de la montaña: techos viejos
En espera de la tormenta.

Cuando aparecen los amores, desaparecidas
Cubiertas con el talco antiarrugas
Lloran como el pasajero cansado
En un cruce
En donde aparte de la Cruz
No se encuentra ningún camino.
Traducción en castellano: Peter Tase

Currículo de Peter Tase en:


Narrativa

EL CÓLERA EN LA FICCIÓN DE GARCÍA MÁRQUEZ *
Ángel Gavidia Ruiz © **

—No hay en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad —le dijo Gabriel García Márquez a su amigo y compatriota Plinio Apuleyo Mendoza.
—¿Estás seguro? —retrucó Plinio—. En “Cien años de soledad” ocurren cosas bastante extraordinarias. Remedios, la bella, sube al cielo. Mariposas amarillas revolotean en torno a Mauricio Babilonia…
—Todo ello tiene base real —contestó el Nobel, y siguió conversando [1].
Pocos años después de esta conversación, en 1985 aparece “El amor en los tiempos del cólera”, y en esta historia de amor, de amor trascendente, aparece también, a manera de palpitantes hitos, una (iba a decir exótica) epidemia de cólera [2].
Muchos médicos peruanos vimos al cólera, hasta antes de ese fatídico 23 de enero de 1991, como una patología ajena a la patria y, por extensión, a América. Una infección con connotaciones al Islam y a los ríos sagrados de la India cuya relación con nosotros escapaba, acaso ingenuamente, a nuestra propia retina. Por eso iba a calificar de exótica a la enfermedad que García Márquez coloca desde el título en la novela que pretendemos comentar.

EL COLERA EN LOS TIEMPOS
Sin embargo, ya en el siglo XIX, siguiendo las rutas del comercio, el cólera había desbordado varias veces sus linderos asiáticos. Seis grandes oleadas azotaron al mundo, y el coletazo de cuatro de ellas tocó trágicamente el continente americano. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) refiere la ocurrencia de cólera en casi la totalidad de países de nuestro continente [3]. No se sabe, por otra parte, cuando el cólera abandonó América. Pudo ser entre 1880 y 1885 [4]. Es decir cien años antes de su devastador retorno y, esta vez, desde Chancay, en el Perú. Debemos anotar, sí, que desde 1973 vienen ocurriendo casos esporádicos y muy localizados de cólera en Luisiana y Texas, al parecer, sin relación con la tragedia de 1991 [5].
La novela de García Márquez se ubica entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX. Transcurre fundamentalmente en los tórridos parajes del caribe colombiano. La historia termina unos años después de 1924 y termina en el mar, cerca de la desembocadura de La Magdalena. El cólera pasa de ser el recuerdo de una hecatombe —que en dos semanas llenó los cementerios y en once tenía en su haber las más grande mortandad que haya visto esa región— a ser durante más de cincuenta años de trajines de amor, más que una comprobación, una sospecha: todo cadáver, todo malestar por mínimo que fuera, convocaba relaciones con esta enfermedad. Cuando el doctor Juvenal Urbino, distinguido médico formado en Francia y en otras escuelas de Europa, retorna a su ciudad natal: “Su padre, un médico más abnegado que eminente, había muerto en la epidemia de cólera asiático que asoló la población seis años antes”. Y el flamante doctor Urbino tiene que afrontar al poco tiempo de su arribo un aumento de los casos de cólera “pero al término del año se consideró que los riesgos de una epidemia habían sido conjurados”. “Desde entonces —dice el narrador—, y hasta muy avanzado este siglo, el cólera fue endémico no sólo en la ciudad sino en casi todo el litoral del Caribe y la cuenca de La Magdalena, pero no volvió a recrudecer como epidemia”.
Según la OPS, Colombia fue visitada por el cólera en varias oportunidades a partir de 1848. Parece ser que el último caso aconteció en 1859 [6]. Es decir, la tierra de la cumbia soportó algo más de una década la presencia de esta enfermedad. Todos coinciden, por lo demás, que América inicia el siglo XX sin cólera. Sin embargo, en la obra de Gabo aparecen, de trecho en trecho, a lo largo de más de cincuenta años, cadáveres o vomitadores agonizantes o simplemente temores cuyo origen es el cólera. El autor costarricense Leonardo Mata, comentando la epidemia que asoló su país en 1856, dice: “La experiencia debió dejar profundas huellas en la salud, bienestar, estructura poblacional e incluso estilo de vida, afectándose el contrato social las uniones matrimoniales, la relación entre padres e hijos, y la percepción del cólera y de la muerte que a ella se asocia. Su huella es el terror trasmitido de abuelos a nietos hasta nuestros días…” [7]. “El amor en los tiempos del cólera” no podía esquivar esa huella. Esa huella de miedo.

LA CIUDAD
Gabriel García Márquez se detiene en varias oportunidades a describir las condiciones sanitarias de “la ciudad”: “En invierno —dice—, unos aguaceros instantáneos y arrasadores desbordaban las letrinas y convertían las calles en lodazales nauseabundos”. “Al anochecer, en el instante opresivo del tránsito, se alzaba de las ciénagas una tormenta de zancudos carniceros, y una tierna vaharada de mierda humana, cálida y triste, revolvía en el fondo del alma la certidumbre de la muerte”. “Las casas coloniales bien dotadas tenían letrinas con pozas sépticas, pero las dos terceras partes de la población hacinada en barracas a la orilla de las ciénagas hacía sus necesidades al aire libre”. El mercado “Estaba asentado en su propio muladar, merced de las veleidades de mar de leva, y era ahí donde los eructos de la bahía devolvían a la tierra las inmundicias de los albañales”. Por otra parte, el agua que bebían las personas más acomodadas provenía de “aljibes subterráneos donde se almacenaban bajo una espesa nata de verdín las aguas llovidas durante años”. El escritor revela con precisión el deplorable estado de salubridad que, dígase de paso, era común en la mayoría de las ciudades del mundo durante el siglo XIX. El Vibrio cholerae tenía, pues aquí, en esta ciudad hecha de páginas, un poderoso y a su vez acogedor referente de la realidad donde vivir.

LOS SÍNTOMAS Y SIGNOS
Los síntomas atribuidos al cólera ocupan en la novela escasas y dispersas líneas. Florentino Ariza, el gran enamorado de Fermina Daza, sufre, esperando una carta de la amada, diarrea y vómitos verdes, además de pérdida de la orientación, desmayos repentinos, “pulso tenue, respiración arenosa, y los sudores pálidos de los moribundos”. Su madre piensa que ha contraído el cólera; pero un médico homeópata descarta esta posibilidad porque no tenía fiebre ni dolor en ninguna parte y “le bastó un interrogatorio insidioso, para comprobar una vez más que los síntomas del amor son los mismos del cólera”. En otra oportunidad el mismo Florentino Ariza, navegando por el río La Magdalena, estuvo “tiritando de calentura” por lo que es aislado en el camarote de cuarentena por el médico de a bordo temiendo que fuera un caso de cólera. En otra parte se describe a un hombre procedente de Curazao “un enfermo de caridad que tenía coloración azul en todo el cuerpo”: “el enfermo murió a los cuatro días, ahogado en un vómito blanco y granuloso”. En otro momento, Fermina Daza, probablemente la mujer más amada en la literatura mundial, encuentra cadáveres “achicharrados al sol” con grumos blancos en la boca.
Gabriel García Márquez
El narrador recoge, pues, varios síntomas compatibles con el cólera: diarrea, vómitos, respiración arenosa (¿acidótica?), cianosis, diaforesis, desmayos, pulsos tenues. Estos últimos son signos de pacientes que han perdido grandes volúmenes de líquidos. Los vómitos son descritos como “blancos y granulosos”. Las deposiciones, sorprendentemente, son referidas en menos ocasiones que los vómitos y solo son enunciadas sin detenerse a describir sus características, tan llamativas en esta enfermedad, como particulares. La fiebre y los dolores son referidos, en la novela, como síntomas muy importantes. A tal punto que la ausencia de fiebre aleja en una oportunidad la posibilidad de cólera y en otra su presencia induce a pensar en él. En realidad la fiebre es sumamente rara en esta entidad, sin embargo, entre los viejos nombres que recibió el cólera, se halla el de “fiebre álgida grave”. Quizá la explicación que nos da el doctor Mata con respecto a la epidemia costarricense sirva para justificar al Nobel colombiano (si es que caben justificaciones en literatura): “Es bastante probable que la disentería precedió al cólera traslapándose ambas epidemias”. Este mismo autor, analizando la información de otro médico, testigo de la epidemia mejicana, concluye “algunas personas tuvieron diarrea con fiebre, retortijones y dolores abdominales, síntomas que son típicos de la disentería y no del cólera” [8]. En efecto, los dolores abdominales son muy infrecuentes, no así los calambres que tanto torturan al enfermo.

ENFRENTANDO AL CÓLERA
El novelista sintetiza así la participación de los dos médicos que enfrentaron el cólera: “Apenas terminados sus estudios de especialización en Francia, el doctor Juvenal Urbino se dio a conocer en el país por haber conjurado a tiempo, con métodos novedosos y drásticos, la última epidemia de cólera morbo que padeció la provincia. La anterior cuando él estaba todavía en Europa, había causado la muerte de la cuarta parte de la población urbana en tres meses, inclusive a su padre, que fue también un médico muy apreciado”. “El doctor Marco Aurelio Urbino, padre de Juvenal, fue un héroe civil de aquellas jornadas infaustas, y también su víctima más notable. Por determinación oficial concibió y dirigió en persona la estrategia sanitaria, pero de su propia iniciativa acabó por intervenir en todos los asuntos del orden social, hasta el punto de que en los instantes más críticos de la peste no parecía existir ninguna autoridad por encima de la suya”.
No está claro qué hizo Marco Aurelio en su fallido intento por detener la epidemia. Sólo figura un “bando del cólera” en el que se imponía a la guarnición local disparar un cañonazo cada cuarto de hora, de día y de noche, “de acuerdo a la superstición cívica de que la pólvora purificaba el ambiente”. Esta práctica es coherente con la teoría de los “miasmas” que dominó buena parte del siglo XIX. La teoría de los miasmas sostenía que el contagio se daba por el aire. Era éste el que transportaba descargas de contagio desde los cadáveres y las materias putrefactas. No obstante que ya en 1849 el médico inglés John Snow publica su clásica obra “Sobre el método de transmisión del cólera” en la que establece el papel protagónico del agua, un grupo importante de autoridades médicas seguía sosteniendo que el cólera era una materia que se difundía por el aire y también era distribuida y diseminada por la interacción humana [9]. Volviendo a la novela: “Años después, revisando la crónica de aquellos días, el doctor Juvenal Urbino comprobó que el método de su padre había sido más caritativo que científico, y que de muchos modos era contrario a la razón, así que había favorecido en gran medida la voracidad de la peste”.
En cambio Juvenal Urbino, que citaba a Charcot y a Trusseau “como si fueran sus compañeros de cuarto” y que “mandó para el desván los tratados de ciencia virreinal y de la ciencia romántica” de su padre y puso en los “anaqueles vidriados los de la nueva escuela de Francia” se movía por los tiempos del cólera con pasos firmes y precisos:
1. Apeló a las instancias más altas para que cegaran los albañales españoles y construyeran en su lugar alcantarillas cerradas cuyos desechos no desembocaran en la ensenada del mercado, si no en algún vertedero distante.
2. Trató de imponer en el cabildo un curso obligatorio de capacitación para que los pobres aprendieran a construir sus propias letrinas.
3. Luchó para que la basura no se botara en los manglares y para que se recogiera por lo menos dos veces por semana y se incinerara en despoblados.
4. Consciente de la acechanza mortal de las aguas de beber y de la falsa seguridad que daban los filtros de piedra de los aljibes, pensó en construir un acueducto e inclusive en mineralizar el agua de dichos depósitos, aunque para ello tuvo que luchar con enraizadas supersticiones.
5. Cambió de lugar el mercado y lo construyó cerrado y lejos del muladar en el que estaba.
6. Alertó a sus colegas y a las autoridades de los puertos vecinos a fin de poner en cuarentena a las embarcaciones contaminadas.
7. Sometió, igualmente, a cuarentena individual y barrial a las personas de los lugares donde se presentaran casos de cólera.
8. Consiguió imponer la cátedra obligatoria de cólera y de fiebre amarilla en la escuela de medicina.
Casi la totalidad de sus propuestas, más temprano que tarde, se llevaron a cabo. En menos de un año los riesgos de la epidemia fueron conjurados y “Nadie puso en duda que el rigor sanitario del doctor Juvenal Urbino, más que la suficiencia de sus pregones había hecho posible el prodigio”. Desde nuestro escritorio y en los albores del siglo XXI, imaginando a Juvenal Urbino y con él a la formidable ficción del escritor de Aracataca, decimos: Efectivamente, fue el rigor sanitario, pero fue también la inmunidad que seis años atrás había dejado el cólera en la población sobreviviente.

LA TERAPÉUTICA
Al contrario de las enérgicas y variadas medidas de prevención, nada hay en la novela de la terapéutica en los casos de cólera. El pasaje aquel cuando enferma el doctor Marco Aurelio ilustra esta ausencia: “Cuando reconoció en sí mismo los trastornos irreparables que había visto y compadecido en los otros, no intentó siquiera una batalla inútil, sino que se apartó del mundo para no contaminar a nadie”. Tampoco se dice nada del enfermo cianótico que venía de Curazao pese a que permaneció cuatro días en el Hospital de la Misericordia en donde laboraba Juvenal Urbino. Hay escondida en una línea, la referencia a una “buena carga de bromuro” en una persona sospechosa de cólera que presentaba fiebre y escalofríos. Y nada más.
Llama la atención que el autor haya omitido, casi desperdiciado, este “suculento” aspecto que en la historia de esta enfermedad es frondoso y hasta estrambótico. En el año 1832, por ejemplo, el presidente de la Sociedad Médica del Estado de Nueva Cork, Estados Unidos, al parecer muy frustrado por los resultados, aconsejó el taponamiento del recto de los enfermos con linóleo y cera de abeja. En Costa Rica, en la epidemia de 1856, el doctor Carl Hoffman recomienda utilizar en los pacientes que presentan enfriamiento, frotaciones con sustancias irritantes y si esto no fuera suficiente, aplicación de ladrillos calientes o “paños de agua hirviendo hasta levantar ampollas”. Otro intento por calentar el cuerpo era tomar “de media a media hora una cucharada de aguardiente alcanforado hasta que se desvanezca el hielo del cutis y se produzca un sudor caliente” [10]. En otros lugares, comentaba el profesor Carpenter, se aconsejaba transfusiones de leche para combatir la cianosis. Con razón Bushman se queja desde Londres, en 1850, que en los dos brotes epidémicos de los que fue testigo, los médicos no hayan reducido un ápice la mortalidad. “La mortalidad en cualquier parte de Europa y bajo cualquier variedad de tratamiento médico, de empleo común, ha sido la misma”, decía [11]. Y es que la solución de Perogrullo de reponer líquidos a quienes los están perdiendo no halló en el siglo pasado el camino correcto. O, si es que lo encontró, solo fue para extraviarse rápidamente de él. Porque Latta en 1932 introduce el empleo de líquidos intravenosos, pero los pacientes que al principio experimentaban mejoría terminaban siempre sucumbiendo: “un caso de demasiado poco, demasiado tarde” dice Gerald Keusch, tratando de encontrar una explicación [12]. La rehidratación oral también fue intentada (Marsde, 1834) [13] con éxitos modestos y abundantes fracasos. Por lo tanto, estos procedimientos fueron desalentados hasta su “redescubrimiento” un poco más allá de mediados de este siglo. El conocimiento de la composición de la diarrea que en el cólera es muy semejante al del plasma sanguíneo y la observación trascendental de Phillips y sus colaboradores que la adición de glucosa en la solución hidratante aumenta la absorción de agua y electrolitos en quienes la beben [13], permitieron establecer conductas terapéuticas de cuyo éxito todos somos testigos, todos menos los abnegados médicos del “El amor en los tiempos del cólera” que no tuvieron la vida suficiente para conocerlo. [14]

LA EPIDEMIA
En la historia del cólera a nivel mundial se tienen registradas siete pandemias que se iniciaron en los años 1816, 1829, 1852, 1863, 1881, 1889 y la actual iniciada en 1961 [15].
Teniendo en cuenta la edad de los protagonistas y otros acontecimientos que en la ficción les tocó vivir, la epidemia de “El amor en los tiempos del cólera” sería parte de la cuarta pandemia. Es decir de aquella que se inicia en 1863 y que se extiende por el mundo, sea por tierra o por mar, durante diez años. El Boletín Epidemiológico de la OPS no se refiere explícitamente a Colombia como país involucrado en esta cuarta pandemia como sí lo hace en las dos anteriores; sin embargo por lo extenso del territorio americano que esta pandemia tomó (Estados Unidos, Canadá, Nicaragua, Belice, Paraguay, Argentina, Brasil, Bolivia e incluso Perú) es probable que Colombia también haya sido tocada.
El cólera en la novela se presenta en dos ondas claramente establecidas. La primera, se produce seis años antes de que el doctor Juvenal retornara de Europa. Y fue la más grande: “había causado la muerte a la cuarta parte de la población urbana en menos de tres meses”, las “primeras víctimas cayeron fulminadas en los charcos del mercado” y “en once semanas había causado la más grande mortandad de nuestra historia”. Por otra parte, “El cólera fue más encarnizada en la población negra, por ser la más numerosa y pobre, pero en realidad no hubo miramientos de colores ni linajes”. Hay otra curiosa característica: “Cesó de pronto como había empezado”.
En la ficción, la segunda onda aconteció seis años después de la primera. Una persona que había llegado aparentemente sana de Curazao falleció en el hospital de la ciudad. Después de varias semanas unos niños hicieron cólera y hubo once casos más en tres meses. En el quinto mes se presentó “un recrudecimiento alarmante, pero al término del año se consideró que los riesgos de una epidemia habían sido conjurados”. Por lo demás “todos los casos habían sido en los barrios marginales, y casi todos en la población negra”. Dice la novela también que “desde entonces y hasta muy avanzado este siglo el cólera fue endémico en casi todo el litoral del Caribe y en la cuenca de La Magdalena.
A esta altura del camino yo no sé si es el zapato de la ficción el que calza mejor en el pie de la realidad o viceversa; pues el comportamiento de una epidemia de cólera es así: su primer ingreso es devastador y compromete preferentemente a la población expuesta, ¡y qué mejor lugar de comienzo que el mercado! (¡y ese mercado!). El segundo episodio es más atenuado y esto tiene que ver con el grado de inmunidad que alcanzan las personas, ya que no todas las que hacen contacto con el Vibrio cholerae hacen la enfermedad y no todos los que hacen la enfermedad mueren; pero, sí, adquieren un grado de respuesta inmune, protectora; sin desmerecer, obviamente, los denodados esfuerzos de Juvenal Urbino. Por otra parte, son los niños los que inician el segundo episodio en la novela, como si se hubiera tratado de una infección intradomiciliaria, aunque era una pequeña de cinco años y su hermano que, acaso, ya podían salir de su casa y jugar en los charcos de la calle. Sin embargo, la presencia de niños en el segundo episodio es una anotación muy interesante. Por lo demás, en el cólera, los sectores más pobres son los mayormente afectados por el hacinamiento y la ausencia de agua y desagüe que propician una cohabitación mayor entre el ser humano y sus excretas.
El brusco final del primer episodio no es infrecuente: “duran varios años y luego desaparecen inexplicablemente”, dice Wallace [16]. Mucho más si el Vibrio cholerae de esa pandemia fue el biotipo clásico que tiene menos capacidad de adaptación al medio y por lo tanto de sobrevivencia que el biotipo El Tor responsable de la pandemia actual.
El cólera se hizo endémico en el litoral del Caribe y en la cuenca de La Magdalena permaneciendo así hasta muy entrado el siglo XX, dice el narrador. El continente americano quedó libre de cólera a fines del siglo XIX, dicen los textos que tratan el tema. He ahí una controversia. Punto.

LOS DOS MÉDICOS
—¿Es cierto que ella descubre fácilmente la clave de tus novelas? —preguntó Plinio Apuleyo Mendoza, refiriéndose a doña Luisa Santiaga, la madre del escritor, en la misma conversación con la que iniciamos este ensayo.
—Sí —contestó el Gabo—, de todos mis lectores, ella es la que en realidad tiene más instinto, y desde luego mejores datos para identificar en la vida real a los personajes de mis libros. No es fácil, porque casi todos mis personajes son como rompecabezas armados con piezas de muchas personas distintas y por supuesto con piezas de mí mismo. El mérito de mi madre es que ella tiene en este terreno la misma destreza que tiene un arqueólogo cuando logra reconstruir un animal prehistórico completo a partir de una vértebra encontrada en una excavación… [17].
El cólera era, en los tiempos que de la novela, una enfermedad mortal en alto grado. El cólera era en el mundo, en esos mismos tiempos, escenario de grandezas y mezquindades, territorio de sacrificios y renuncias, privilegiado espacio de pasiones, de muchas pasiones, en fin, campo de batalla de inteligencias lúcidas y obnubiladas. Por esos tiempos, John Snow, el primero en administrar anestesia a la reina de Inglaterra, logra, en base a cuidadosas observaciones, concebir y postular que el cólera se trasmitía por el agua contaminada [18], pero el prestigioso Colegio Real de Cirujanos rechazó esta afirmación. Unos años más tarde, Koch consigue en Egipto, examinando el contenido intestinal de personas que habían muerto por cólera, visualizar por primera vez el inimaginable Vibrio; poco después, su obstinado opositor y coterráneo von Petterkofer se traga temerariamente, y previo bicarbonato, el cultivo fresco y letal de esta bacteria… ¡y no le pasó nada! Los caricaturistas, también en estos tiempos, ilustran jocosas fugas de médicos dejando tras ellos a multitudes reclamantes de enfermos de cólera. Pero, por este tiempo, también, y aun más atrás, aparecieron médicos como el guatemalteco Nazario Toledo batiéndose en el Estado de Chiapas (México), sí, el mismo estado de los zapatistas con su subcomandante Marcos de hoy, entonces azotado por la peste. El mismo doctor Toledo aparece, luego, asesorando al gobierno de Costa Rica en la confección de los decretos “para preservar al país de los estragos del cólera” poniendo énfasis especial en la higiene personal, en la de la vivienda y de los alimentos (y esto… ¡en 1836!). [19]
Gabriel García Márquez construye, para esos tiempos, dos personajes a la altura de las circunstancias. Aurelio y Juvenal son médicos, para decirlo en una palabra, dignos.
Aurelio, limitado por los conocimientos de la época, lucha y muere por sus enfermos. Es más, muere “Encerrado solo en un cuarto de servicio del Hospital de la Misericordia, sordo al llamado de sus colegas y a la súplica de los suyos”. Muere escribiendo “para la esposa y los hijos una carta de amor febril, de gratitud por haber existido, en la cual se rebelaba cuánto y con cuánta avidez había amado la vida”. Su mujer no perdonaba el hecho que “se hubiera sacrificado a conciencia por una montonera de negros”. Aurelio es un médico de su tiempo ante el que no puedo evitar un sentimiento de admiración pero también de solidaria congoja.
Juvenal, por otra parte, constituye la llegada a esta provincia del Caribe de lo más adelantado del conocimiento europeo de la segunda mitad del siglo XIX. No solo en el campo médico sino también en la literatura, la música, el teatro, etc. Juvenal llega, además, poseído de un gran amor por su ciudad natal y una obsesión por la epidemia del cólera, cuya inminencia pronostica. Pronostica y enfrenta lúcida y responsablemente, saliendo victorioso.
Un comentario aparte merece la relación de estos dos médicos con el poder político. Juvenal Urbino, como su padre, tiene acceso directo al poder. Acceso logrado en función a su prestigio y ascendencia. Es una relación que va más allá de la asesoría, es capaz de cambiar el rumbo de los acontecimientos. De otro modo no podría explicarse las obras de infraestructura sanitaria, entre otras, en su lucha contra el cólera.
En resumen, “las vértebras” que encontramos sugieren pertenecer a excelentes especímenes de la familia humana y por ende de la profesión médica.

LA COINCIDENCIA
“En ‘Funerales de Mamá Grande’ —dice García Márquez a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza— cuento un inimaginable viaje del Papa a una aldea colombiana. Recuerdo haber descrito al presidente como calvo y rechoncho, a fin de que no se pareciera al que entonces gobernaba el país, que era alto y óseo. Once años después de escrito este cuento, el Papa fue a Colombia y el presidente que lo recibió era calvo y rechoncho. Después de escrito ‘Cien años de soledad’, apareció en Barranquilla un muchacho confesando que tiene una cola de cerdo” [20].
“El amor en los tiempos del cólera” fue publicada por primera vez en 1985. En la novela, cuando Juvenal Urbino volvió a su tierra “sintió desde el mar la pestilencia del mercado, y vio las ratas en los albañales y los niños revolcándose desnudos en los charcos de las calles”, entonces “no sólo comprendió que la desgracia hubiera ocurrido, sino tuvo la certeza que iba a repetirse en cualquier momento”. Pero estos sucesos que en la ficción ocurren en las últimas décadas del siglo XIX, volvieron a repetirse más de un siglo después. La certeza de Juvenal Urbino, a manera de un extraño anfibio, vivió oculta en el tiempo de la ficción y la realidad hasta el 1º de marzo de 1991 en que saca la cabeza con el primer caso de cólera que aparece en Colombia, el mismo que un mes después asciende a 112 [21] y en seis meses a 5.477 casos con 115 fallecimientos.
Transcurridos los años, la convicción de Juvenal Urbino nos sorprende mucho menos. Es el huevo de Colón que nadie (o muy pocos) imaginó; pero huevo de Colón al fin y al cabo: la extrema pobreza, la educación precaria, la ausencia o mala calidad de los servicios básicos hacían previsible por no decir inevitable el retorno del cólera. Y aquí está ahora entre nosotros, poniendo el dedo en la llaga, evidenciando la desidia del pasado, la baja prioridad concedida a la salud y al saneamiento y la gestión deficiente de los escasos recursos existentes [22]. El pronóstico de Juvenal Urbino mantiene su vigencia terrible, porque está vigente también, esa “deuda social” impaga desde siempre a nuestros pueblos.

COLOFÓN
“El amor en los tiempos del cólera” es, repitámoslo, una larga historia de amor donde el cólera es apenas una sucesión de hitos espaciados.
Quise confrontar la huella de esos hitos con la que dejó la realidad o algo oficialmente parecido a ella (para ser más exactos).
Y he constatado que la mayoría de las veces el cólera pasó dejando por la realidad y la ficción un rastro semejante.
Sin embargo hay detalles que hacen pequeñas diferencias. Los hemos señalado.
Por lo demás, creo que he concluido a tiempo. Justo en el momento donde aparece el riesgo a las complicidades.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
[1] García Márquez, Gabriel y Mendoza Apuleyo, Plinio: El olor de la guayaba. Editorial La Oveja Negra, Perú, 1982, p. 37.
[2] García Márquez, Gabriel: El amor en los tiempos del cólera. Editorial La Oveja Negra, 1ª Edición, Colombia, 1985.
[3] OPS (Organización Panamericana de la Salud): Antecedentes históricos del cólera en las Américas. Boletín Epidemiológico, 1991; Volumen 12, Nº 1, p. 10-12.
[4] González Saldaña, Napoleón y Saltigeral Simental, Patricia: Cólera Conceptos Actuales. Interamericana. McGraw-Hill, México, 1992, p. 2.
[5] Benenson, Abram S.: El control de las enfermedades trasmisibles en el hombre. OPS, 14ª Edición, Washington, 1987, p. 48.
[6] OPS: óp. cit., p. 11.
[7] Mata, Leonardo J.: El cólera historia, prevención y control. Editorial de la Universidad de Costa Rica. Costa Rica. 1992, p. 55.
[8] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 60.
[9] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 9.
[10] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 77.
[11] Keusch, Gerald T.: Cólera. En: Feigin, Ralph David y Cherry, James D.: Tratado de enfermedades infecciosas pediátricas. WB Saunders Company. España, 1981, p. 500.
[12] Keusch, Gerald T.: óp. cit., p. 501.
[13] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 23.
[14] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 13.
[15] Kumate Rodríguez, Jesús; Gutiérrez, Gonzalo; Muñoz Hernández, Onofre y Santos Preciado, José Ignacio: Manual de Infectología. Méndez Editores. México, 1992, p. 76.
[16] Wallace, Craig K.: Cólera. En: Fraude, AI: Enfermedades Infecciosas. Editorial Médica Panamericana. Buenos Aires, 1984, p. 288.
[17] García Márquez, Gabriel y Mendoza Apuleyo, Plinio: óp. cit., p. 36.
[18] Guerrero, Rodrigo; González, Carlos Luis y Medina, Ernesto: Epidemiología. Editorial Addison-Wesley Iberoamericana. México. 1986. p. V.
[19] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 12-17.
[20] García Márquez, Gabriel y Mendoza Apuleyo, Plinio: óp. cit., p. 36.
[21] OPS: óp. cit., p. 9-10.
[22] Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana: 110 (6), 1991, p.i.

* Este ensayo fue escrito en 1994, tres años después que la epidemia del cólera entrara por el Perú a América del Sur y a nueve años de la sorprendente aparición de “El amor en los tiempos del cólera” en 1985. Fue publicado en el Boletín de la Sociedad de Medicina Interna (Perú).
** Médico Internista asistente en el Hospital Belén y profesor de la Universidad Nacional de Trujillo, Perú.

Currículo de Ángel Gavidia Ruiz en:


GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
(Aracataca, Colombia, 6/5/1927 – Ciudad de México, 17/4/2014)
Novelista, cuentista, guionista, editor y periodista colombiano. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura. Su estilo enmarcado dentro del realismo mágico ha quedado plasmado especialmente con su novela Cien años de soledad, considerada una de las grandes obras literarias de todos los tiempos.
• Novelas: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961), La mala hora (1962), Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), Del amor y otros demonios (1994), Memoria de mis putas tristes (2004).
• Libros de cuentos: Los funerales de la Mamá Grande (1962), La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), Ojos de perro azul (1972), Doce cuentos peregrinos (1992).
• Reportajes: Relato de un náufrago (1970), La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile (1986), Noticia de un secuestro (1996).
• Teatro: Diatriba de amor contra un hombre sentado (1987).
• Memorias: Vivir para contarla (2002).
• Obra periodística: Textos costeños (1948-1952, 1981), Entre cachacos (1954-1955, 1982), De Europa y América (1955-1960, 1983), Por la libre (1974-1995, 1984, 1999), Notas de prensa (1961-1984, 1991, 1999). El amante inconcluso (2001), Gabo periodista (2013).
• Entrevista: El olor de la guayaba (1982, con Plinio Apuleyo Mendoza).
• Discurso: Yo no vengo a decir un discurso (2010).
• Talleres de cine: Cómo se cuenta un cuento (1995), Me alquilo para soñar (1995), La bendita manía de contar (1998).



Ensayo

HUMANIZAR LA EDUCACIÓN
Pablo Romero García ©

La principal reforma que debe realizarse en el sistema educativo, particularmente en el ciclo básico, es la inclusión de espacios curriculares dotadores de sentido (¿el por qué?, ¿el para qué?) y generadores de reflexión, preámbulo para que se pueda trabajar luego sobre cualquier otro contenido disciplinar, incluyendo el que remite a las hoy consideradas materias "básicas y elementales" como Matemáticas e Idioma Español. Hay que volver a apuntalar fuertemente el lado humanista de la educación, fortalecer el capital cultural desde la formación humanística, que es propedéutica a la formación en otras áreas del saber. Así, por ejemplo, deberían apoyarse fuertemente planteos como los de Filosofía para niños, que se imparten solo en algunas escuelas o colegios privados, llevándolos a la educación pública, universalizando su presencia en los últimos años de la escuela pública. E incorporar horas de Literatura y Filosofía desde el primer año del liceo (con abordajes y temáticas adecuados a ese momento vital de la adolescencia); sería realmente apostar a renovar con atino y fuerza el sistema educativo. Desde esos espacios se podrían tocar fibras que son vitales "tocar" a esa edad y que supone una instancia previa —porque son generadoras de un sentido que es elemental: comenzar por construir— a que puedan comprender, por ejemplo, por qué es importante el estudiar, el formarse intelectualmente, o por qué es deseable reflexionar sobre nuestros actos y sus consecuencias o incluso —algo más concreto— el escribir sin faltas de ortografía. O saber pensar matemáticamente. O comenzar a hallar esos sentidos —que son múltiples y que irán variando con los años— que tanto buscan para su existencia y ponerlos en juego con sus pares.
Seguiremos fallando si no entendemos que el problema está en la falta de sentido reinante y la baja capacidad de reflexión, asociada a una drástica disminución del capital cultural, que aqueja particularmente a los adolescentes del ciclo básico. Pero, sin embargo, son seres "filosofantes" espectaculares, justamente en una edad donde comienza a ser central la búsqueda del sentido y el dejar volar la imaginación. Al contrario de lo que se insiste desde hace años (y desde todas las tiendas políticas y desde cuanto “técnico especializado en educación” ha aparecido en el escenario público), creo que hay que apostar fuertemente al área humanística en el ciclo básico y fortalecer —insisto— sobre todo esa búsqueda de sentidos que el adolescente de hoy día necesita más que nunca. Necesitan más Filosofía y Literatura y menos supuestos de que la educación tiene que estar en consonancia con el mundo del mercado laboral y las nuevas tecnologías o ser simplemente algo “divertido”, que “atraiga a los chiquilines” (en ese caso, deberíamos simplemente montar un cybercafé y listo). En tanto docente de Filosofía y de Informática, mi experiencia de campo me ha permitido verificar el supuesto de que la herramienta tecnológica de poco sirve si no hay un sujeto pensante utilizándola como es debido. Cuando se comprenda cabalmente esto —que probablemente a casi todos nos resulta de sentido común—, se comprenderá también en qué estamos fallando en el sistema educativo y se fortalecerá —quizás— desde el arranque del ciclo liceal (o aún mejor, desde los últimos años escolares) las áreas humanísticas, hoy en amplia desventaja frente a otros espacios del saber.
Por supuesto, esto no significa crear falsas dicotomías, falacias de falsa oposición que tanto mal ya han hecho al sistema educativo, pero sí supone el planteo de una necesidad curricular que hoy se da justamente a la inversa, en tanto las disciplinas humanísticas son clave para el fortalecimiento del pensamiento en esos primeros años básicos de formación intelectual del sujeto adolescente y, sin embargo, los alumnos suelen tener un mayor contacto posible recién a partir del bachillerato, siendo que una amplia mayoría ni siquiera alcanza ese nivel de estudios. O sea, muchos de nuestros jóvenes ni siquiera pasan por un curso que los ponga decididamente en juego con la rica tradición del pensamiento crítico de su propia cultura. Hay que brindarles esas herramientas reflexivas muchísimo antes, hay que brindarles una impronta humanística muchísimo antes en el sistema educativo. E incluso, brindarles talleres de Argumentación sería central. Siendo chicos que en muchos casos están a dos o tres años de ejercer sus derechos ciudadanos, es preocupante la falta de capacidad discursiva y de cultura del debate de ideas que tienen, reflejo justamente de la ausencia de espacios curriculares que apunten a trabajar directamente sobre esa falencia, que tanto perjudica —a la larga— al mejor desempeño de nuestra democracia.
Y no hay que subestimarlos, sino darles la formación que realmente están necesitando estos adolescentes. Hay que enseñarles a pensar reflexivamente, incluso mucho antes —también insisto en este punto— de que aprendan —cosa que también deben hacer, claro— las reglas ortográficas o a manejar fórmulas matemáticas o físicas. Hay que traer a escena del espacio educativo del ciclo básico las materias que justamente se especializan en formar en el área del pensamiento reflexivo. Hace años comenzamos un proceso justamente inverso y hoy —justo hoy, donde ya de por sí la formación humanística está en declive en todos los sectores de la sociedad— vemos las consecuencias de ese repliegue del área de las disciplinas críticas.
Es central trabajar sobre el capital cultural de alumnos y familiares, y recobrar el sentido respecto del saber (que no es, ciertamente, el de hacer cosas "divertidas" para los alumnos o prepararlos únicamente para el campo laboral, porque incluso para “generar” un buen trabajador de lo que sea, es fundamental formar un sujeto pensante y un sujeto cargado de eticidad, que no sea indiferente, que no esté vacío de valores y sentidos).
El que las Humanidades estén de retiro, en casi todo el mundo a nivel de los sistemas educativos de enseñanza media básica, es un problema que refleja no solo el rumbo que el mundo ha tomado (y así estamos, con sociedades contemporáneas deshumanizándose cada vez más), sino que debería indicarnos claramente la necesidad de recobrar la presencia de las disciplinas dotadoras de sentido en los sistemas educativos que forman a nuestras nuevas generaciones. Lo básico y elemental, digamos.

Currículo de Pablo Romero García en esta misma Revista RyF Nº 25.



Y algo más…

EN BUSCA DEL LENGUAJE ÚNICO
Anna Rossell ©

DVD: Videolibro-objeto nº 1: El luto de los colores &
Metáfora en busca del lenguaje único,
La Náusea Ediciones, Monistrol de Montserrat, 2012;
CD: Bluesía, La Náusea Records, Monistrol de Montserrat, 2012-2013.
Oxímoron (Marian Raméntol, Jaume Vendrell, Cesc Fortuny i Fabré)
http://www.facebook.com/OximoronPoesia

Marian Raméntol Serratosa

Dividido en cuatro partes: Metáfora, en busca del lenguaje único, El luto de los colores, Galería y Biografías, los tres componentes de este grupo pictórico-poético-musical llamado Oxímoron —Marian Raméntol, Jaume Vendrell y Cesc Fortuny Fabré—, nacido oficialmente en 2012, nos ofrecen un conglomerado artístico polifacético en cuantas vertientes son capaces de manifestarse. El conjunto pretende alcanzar, como ya intentara Wagner, una Gesamtkunstwerk —una obra de arte total—, en la que todos los elementos que intervienen buscan el equilibrio y se hibridan entre sí, evitando que cualquiera de ellos esté al servicio del otro. Así, exceptuando Biografías, que da cuenta del perfil artístico-cultural de cada uno de los miembros de Oxímoron, las otras tres partes participan de esta idea común y están hilvanadas por un hilo conductor, que las unifica más allá de las características propias que las diferencia como parte.
Jaume Vendrell Ginell
Como anuncia el título del videolibro, Raméntol, Vendrell y Fortuny construyen una Metáfora en busca del lenguaje único, a partir de una performance, filmada en los bellos y sugerentes jardines de asilvestrada decadencia e interiores del edificio de El Konvent de Cal Rosal (Berga, Barcelona, España). Estas instalaciones de Movimentpuntzero, salpicadas de objetos artísticos y esculturas, nos sumergen en un ambiente de naturaleza y artificio. Ellos lo llenan de voz, movimiento, impacto visual y color, hasta formar un todo artístico integral, integrado y orgánico, en tanto que su concepción supera la duración limitada de su obra, sugiriéndonos la idea de arte no tanto como producción artística sino como un modo de vivir, una concepción que determina absolutamente la vida de los implicados.
Cesc Fortuny i Fabré
El oidor-visionador del videolibro goza de la imagen de Marian Raméntol moviéndose por el bellísimo espacio del Konvent a la vez que escucha su melodiosa, reposada voz, en ningún momento sensiblera, recitando sus propios poemas, textos densos y contundentes: Soliloquio de preceptos en pentagramas de sílice, / mi vida andada cubrirá la piel / y la aprendida bañará la greda en ríos / de una sola lágrima. / Quien quiera nuevas huellas en el coraje de mi crónica / le componga un réquiem a mi biografía. (Epitafio nº 2 en Si bemol) [1]. Su léxico descarnado contrasta con la paz y la armonía que transmite el recitado y el desplazamiento reposado, que la cámara de Fortuny subraya, buscando efectos combinatorios de arte conceptual en movimiento. Voz y música, ésta de Fortuny, ejecutada por él, buscan una lograda simbiosis con la palabra a través de estridencias, crujidos, disonancias a base de instrumentos varios —armónica, mortero metálico, gong, guitarra…—, clara muestra de su gusto por la experimentación y su interés por el esoterismo y las religiones comparadas. Fortuny nos brinda también su voz recitando sus propios poemas, como los de Raméntol igualmente categóricos, que gustan del lenguaje y la imagen sexual, y de los que destacan muy especialmente los versos finales, de una impactante rotundidad:
[…] al caer en el útero veremos raíces y troncos, / comprenderemos el léxico de la humedad, la ortografía del musgo, / encontrando el palo cerrado en la basura y cayéndonos los ojos como al ciervo quieto. / Cuando los siquiatras pacen en los campos / y el negro semen de la codicia me emborracha como a los árboles / se alzan los muros y las cruces que conducen al olor del fuego, / de la llama ardida tantas veces. / Como un montón de tallos clausurados por el aire, / que son cobijo blasfemo, y como la madre que se peina bajo las aguas, / en la pureza de la gangrena. / No hay medicación para soportar la existencia. (El negro semen de la codicia)
DVD El luto de los colores
& Metáfora en busca del lenguaje único
 


El mismo concepto viene corroborado en la segunda parte, El luto de los colores, grabada en el barrio del Raval de la ciudad condal, cuyo principal protagonista es Vendrell, pintor y poeta, que, en una entrevista en movimiento, nos permite asistir al proceso pictórico del nacimiento de un cuadro de impresionante colorido y trazo, al tiempo que nos describe su modo de trabajo, su estilo de vida y su idea del arte. Vendrell entiende la pintura como una extensión de la poesía: “sacar mi poesía fuera, pero de un modo más visual”, algo que atestiguan las artísticas portadas de sus poemarios, una verdadera obra pictórica que se extiende hasta la contraportada. Al igual que Raméntol y Fortuny, busca nuevos lenguajes a través del arte, para el que le interesa especialmente el tema orgánico —su cuerpo está artísticamente tatuado— y en el que convive lo surrealista con lo figurativo.
La tercera parte, la Galería, presenta una relación de instantáneas, bellísimas fotos fijas, que reiteran la idea del lenguaje único de un interarte polifacético y orgánico en el que conviven y se relacionan naturaleza y artificio, ser vivo y objeto, para incitar nuestra imaginación y brindarnos, en este casamiento interactivo, a través de los objetos —usados como meros trampolines para la idea—, una viva muestra de arte conceptual, en el que los propios artistas devienen parte integrante de su obra de arte y de la idea.
CD Bluesía
Por otra parte, el CD titulado Bluesía, que delata claramente la intención de hibridación artística de Oxímoron en su búsqueda de aquel lenguaje único, trabaja ahora con la palabra y la música como únicos elementos para su experimentación. El álbum no especifica la autoría de los textos recitados al son de la música de armónicas y guitarra —Cesc Fortuna—, a menudo dialogando, mientras las voces de Marian Raméntol y Jaume Vendrell recitan, alternándose. También este hecho es revelador de la voluntad del grupo de ofrecer su trabajo como un todo compacto en el que la distinción de sus componentes carece de importancia. No obstante, quien haya leído u oído anteriormente la poesía de los autores, identificará qué texto pertenece a cada cual; su sello es inconfundible, a pesar de la solidez de su denominador común, que les consolida como grupo.
A diferencia del recitado del videolibro, ahora las voces suenan majestuosas, amenazadoras a veces, con clara intención de subrayar con silencios, pausas o acentos ciertos momentos del poema, que tiende a lo escatológico, a lo descriptivo en clave surreal, a lo tremendista, casi a lo apocalíptico. Recita Raméntol invocando a la madre: […] Vendrás con tu Dios entre los dientes / para que pueda ejecutarle / con las balas marinas que me queden / […]. O bien Vendrell: […] la semilla es un nudo en la garganta, / que me ahoga y apuesta por desvelarme / en el punto álgido del sueño / sin haber hallado al hombre / que calza mis zapatos. / ¿Hacia dónde se dirige? / ¿Hay algo que responda al grito de las piedras? […]. La única similitud entre promesas y progreso / son las tres primeras letras.
Al igual que en el videolibro, la música de autoría y ejecución de Cesc Fortuny tiene personalidad propia; no es en ningún momento un mero acompañamiento de fondo, sino que tiene el mismo protagonismo de los textos, ofrece un marco donde estos se encuadran y se desarrollan; sus sonidos sugieren a quien escucha imágenes asociativas del mismo o similar ámbito semántico que las palabras recitadas. Sintomático para la personalidad de Oxímoron es el hecho de que elijan para uno de los poemas, Promesas, la versión musical de El blues de les bestias, de la película SandWoman, de Samuel Sebastian que se resume como sigue: SandWoman es la historia sobre una mujer escritora de 35 años, cuyas peores pesadillas están repletas de fantasmas y de espíritus necrófagos que la invaden, hasta el punto de no distinguir realidad de imaginación. Su marido, de 40 años, es un asesino que explica a su mujer todos sus crímenes para que así consiga la inspiración para escribir su novela, un libro sobre la pasión y la muerte. Una tarde, la mujer comienza a ser transformada en una bestia, y poco a poco se da cuenta de que el personaje principal de su novela, la mujer muerta, la está poseyendo.

[1] Las divisiones de los versos son las que la autora de esta reseña supone, a partir de las pausas que le ha sugerido la audición del recitado; los autores no adjuntan al videolibro los textos escritos.

Currículo de Anna Rossell en:



INFORMACIÓN VERSUS COMUNICACIÓN
(La imaginación liquidada)
José Antonio Cedrón ©

Un periodista uruguayo nos contó que en su pueblo natal, de cinco mil habitantes, había liga de básquet con seis equipos, torneos de “Papi fútbol” con otros tantos, campeonatos de ajedrez, dos grupos teatrales, cine de jueves a domingo, vecinos en la vereda. Vida.
Hace años que no se juega a nada, cerró el cine, los grupos de teatro desaparecieron; el club social reemplazó al ajedrez por tres televisores con videos, y si uno se cae en la calle a la diez de la noche no lo encuentran hasta el otro día.
La televisión cubre más expectativas sin esfuerzo de imaginación que la radio cuando no tenía competencia. Información versus comunicación, y en el envés una distracción semejante a la perplejidad del nieto de Mastroianni en Todos estamos todos bien o al autismo de Dustin Hoffman en Rain man.

* * *

A mediados de 1992, en pleno despegue de esa nave que nos proyectaría al primer mundo a través del TLC, todavía los jóvenes mexicanos veían 2500 horas de televisión al año mientras pasaban 600 en la escuela. Parecería que el aumento de audiencia fuera proporcional al descenso de los promedios.
A diferencia de otras religiones, este milagro no necesita que García Márquez le ponga una sábana para elevarse, tiene otros operadores que no cobran por acceder al cielo, sino a un satélite. Se trata de “poner tus ojos en lo más alto”.

* * *

Ni se te ocurra pararte

Un breve seguimiento casero durante cuarenta días a la programación de Televisión Azteca y Televisa, me enseñó como 170 formas de matar y otras tantas de morir. El despliegue incluyó armas de todo tipo y una generosa lección de individualismo como sinónimo de éxito y triunfo. Sin embargo, como se vio durante la Guerra del Golfo, y luego con la de los Balcanes, la muerte real no es un accidente, sino un espectáculo que puede convertirse en guión y venderse por puntos de rating a todo el planeta. Para reafirmar que la realidad supera a la ficción, aquí como en las series también ganó el más alto, el más blanco, el más fuerte.
Un regreso a las fuentes de esas lecciones racistas del cine americano que mamamos desde las pantallas de todas las salas de barrio —a lo largo y a lo ancho— de nuestro patio trasero. Y aunque se vea en colores, la construcción del hilo argumental es fiel al blanco y negro, por eso, los indios siguen siendo bárbaros, los negros inferiores, los mestizos incompletos, y todos sospechosos.
Para que no haya dudas acerca del mensaje histórico, la adaptación a los tiempos por parte de los guionistas consistió en hacerlos cambiar de “profesión”, nunca de condición.
De esta suerte, podría explicarse que Emilio Azcárraga Milmo nos redescubra que “México es un país de una clase modesta muy jodida”, por eso es “una obligación llevarle diversión y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil”. La pantalla reemplaza a la vida.
A fin de cuentas, además de la tele, los “jodidos” tienen a su alcance la lotería, los pronósticos deportivos, el melate, la raspada, la bolita, quinielas, los concursos de don Francisco y compañía, los horóscopos de Walter Mercado, la “excelencia” envasada de Miguel Ángel Cornejo, y hasta las terapias de punta de Cristina Saralegui, Rocío Sánchez Azuara, Carmen Salinas o el consultorio peruano de Laura en América, entre tantos otros que ofrecen sus servicios profesionales.
El azar es lo más democrático que les queda. Es cuestión de acertar.

* * *

Un director de noticieros me dijo socarronamente “el público duda del que duda; si tú no cambias, él cambia de canal” (y se pierden los anunciantes).
Según la función formadora de los medios, el público opina por repetición con la seguridad de la ignorancia que recibe de este enfoque educativo.
Al árbol de la miseria le cambiaron las ramas y las hojas, por eso las traducciones no se pueden leer sin eufemismos: “países en vías de desarrollo”, “gente sin recursos”, “carenciados”, “umbrales de pobreza”, “empleo informal”. Lenguaje que clasifica y habla de los otros y por los otros, pero nunca a los otros. Como en las religiones, se expresa en imperativo. La función traduce códigos, instituciones, moral determinada, una ideología. Neutraliza de un modo más sutil: por compulsión. Si no fuera otra cosa más que un juego macabro, podría interpretarse que las palabras dicen lo que quieren decir, en tanto no lo dicen, “sino todo lo contrario”.
Podemos inferir que por efecto de un reciclaje continuo la posibilidad de conocimiento se convierte en un espacio de ningún saber.
En suma, alimentan nuestra ignorancia a sabiendas que el “contenido”, según parece, es parte inherente de nuestras desgracias.
Así desfilan ilusionistas, lectores de manos, testigos de ovnis como de Jehová, benefactores de solterías condenadas a la eternidad, conductores de cualquier cosa erigidos en defensores de la “opinión pública”, que “asisten” a invitados que se denigran con o sin consentimiento de que los “ventaneen”, con tal de que usted, que está del otro lado, “la pase bien”.

* * *

El travetismo de parpadeo subliminal, la máscara, la declamación glamorosa, la autovanagloria ritual y la utopía consumista no encuentran piso en la realidad porque el lenguaje monopoliza por sí mismo hasta la inhibición cualquier otra consideración, en aras de una audiencia caótica como proclive a ser clonada por inventos mercadotécnicos, más atentos a la escenografía y el impacto que al razonamiento.
Todo este juego de sustituciones que responde a la dinámica de implantación del neoliberalismo globalizador —a la que habría que sumarle resignación y deserción, según el caso— tiene lugar en un territorio como Latinoamérica, donde las mayorías (210 millones de pobres, según la CEPAL) apenas pueden decodificar, no leer. Después descubrimos que no eran solo ellos.
Por lo pronto, la televisión nos protege y nos reúne para que todos juntos prefiramos compartir en familia cómo odian y aman y lloran o se matan los otros en la pantalla, a cambio de caerse en una calle de nuestras ciudades sin ley.
La opción tiene consenso. Una madre dijo: “No señor, si a mi hijo lo pongo a leer, le doy un libro, al rato pide salir de la casa. Con la tele estoy segura de que está adentro y no le pasa nada” (¿nada?).
El mercado, a través de los medios, nos reitera que las voluntades ajenas juegan un papel cada vez más preponderante en la vida y el destino individual. De su lado, gobiernos y estados apuestan su responsabilidad a lo mismo hasta reducir sus roles a un espectáculo más para lucimiento de los guionistas del show business. La globalización casera lo resume en una frase ritual: “echarle ganas”.

* * *

Después de que nos trajeron a dios hace 500 años, las transnacionales desembarcaron con un nuevo pensamiento único para el altar del sincretismo, que valida no solo la coexistencia sino que revela la visión del mercado globalizador en su estrecha relación con todo y todos aquellos a los que pueda unificar bajo sus leyes: objetos deportivos, religiosos, comida, bebida, cosechas no tradicionales, pesos, estaturas, comportamientos y palabras para justificarlos; condiciones para “estar en el mundo”, como dice un comercial. De lo contrario de nada vale tocar madera o ser bendecido. Si algo queda al azar es porque no es rentable.
Entre otras cosas, la globalización de los medios a través de su cobertura planetaria unifica en el consuelo, en tanto muestra que las desgracias no son patrimonio de un país o de una región, sino de todos, lo que permite a grandes segmentos de la población reconocerlas como una especie de fenómeno “natural”, no social, producto de una misma liturgia política con orden y forma establecidos.


De un tiempo a esta parte

La educación, por múltiples factores y entre ellos una sobrecarga de exigencia por parte de los mercados productivos, se ha vuelto cada vez más instrumental y acumulativa; en términos de conocimiento se traduce en información, no en reflexión.
Hoy se habla de excelencia para responder a la demanda de una maquinaria productiva de la cual, en México, el 58% está en manos de empresarios que no terminaron el segundo año de secundaria. Una verdadera cirugía cosmética de política educativa, para una clase media y alta que no se afilia a círculos de lectores, sino al Price Club.
Según Jorge González en su libro La cultura en México, entre 1998 y 1999 seis de cada diez hogares mexicanos no compró ningún tipo de libro. La cuarta parte de los profesionales mexicanos no ha visitado nunca una biblioteca pública, y seis de cada diez nacionales tampoco ha estado nunca en una.
La enseñanza es una isla; en la costa continental los “descubridores”, quienes van a evaluar, diagnosticar y delimitar nuestro progreso; en la otra orilla los aldeanos.
En un país donde se enmarcan más diplomas de cualquier cosa, los pedagogos, los especialistas, las vacas sagradas, los gurús, no están excluidos del hábito. Lo sofistican, lo disfrazan, lo enmascaran para que no se note, pero la realidad, terca como un músculo eternamente joven, sobrevive a toda suerte de cosméticos.
La educación sigue siendo informativa, piramidal, dependiente; tal vez por eso, una de las “virtudes” del subdesarrollo consiste en elegir no lo que necesitamos, sino aquello que nos volverá parecidos a los que no necesitan lo que nosotros. A costa de aceptar que la llamada modernidad es un destino pobre para alcanzar a través de la imitación. No obstante, insistimos en ser actores protagonistas de una obra ajena, pero somos comparsa.

* * *

Diego Arria, gobernador de Caracas durante la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez en la década de los 70, le compró a los húngaros autobuses Ikarus con fuelle para modernizar el transporte público de la ciudad. Cuando llegaron al país y los pusieron en marcha, no alcanzaron a completar el recorrido porque su tamaño le impedía dar vuelta en las esquinas de las calles estrechas de esa ciudad endiablada.
Poco tiempo después estaban abandonados en los deshuesaderos oficiales por falta de mantenimiento y utilidad verdadera, hasta que terminaron vendiéndose por piezas. Tal vez por todo esto, el tercer mundo es el mundo de repuesto de los otros dos.
Todos pagamos por ver, sin querer ver: Diego Arria dejó el cargo para postularse a la presidencia, que se le ofreció a todo color y en horario triple A. Sus anunciantes lo vendían como “el hombre del cambio que necesitamos”. No la obtuvo porque el mismo subdesarrollo tenía otras barajas en el mazo, y le cambió la jugada.
Pero este Arria tenía antecedentes: se vestía como Robert Redford cuando era galán; bajo el sol caraqueño un día tropezó en la calle y tuvo una caída sin consecuencias, pero le sirvió de pretexto: desde entonces modeló una colección de bastones por toda la ciudad. La importancia de tal acontecimiento lo devolvió a la pantalla chica del arte efímero.
Arria no era un político, era pedagogo, un invento de la tipicidad.
Se perdió en los pasillos sombríos de la historia porque la democracia también tiene su Siberia de desechables con qué justificar el reemplazo. Como en los canales de televisión, cuando baja el rating se cambia el producto y conserva a sus anunciantes.
Los líderes inventados no son tocables, sino famosos y deseables por la necesidad de inserción en la saturada escala de valores; pronto, devienen ventrílocuos.

* * *

Como el futuro puede ser recordado, hace diez años, antes de los tratados de “integración comercial” y la transformación del Estado en empresa, en los países subdesarrollados había 130 millones menos de pobres que ahora; la educación y la salud públicas cubrían más del 60% de la población, hoy reservadas a quienes puedan pagarlas. Para los “jodidos” queda el Teletón. La diversidad engañosa. Pedagogía del asistencialismo multimedia como enfoque renovador y globalizador de los nuevos “usos y costumbres”. Su acatamiento es la conservación entrampada de una diferencia basada en la desigualdad de oportunidades, de crecimiento, de desarrollo, de derechos de dignidad, en la falta de reconocimiento del otro como persona.
En el centro del caos regresa la utopía; la obstinada señora rema a contracorriente del anunciado “fin de la historia”.
Tal vez nos queda organizarnos con algo posible, para que esta sobrevivencia —apenas material para millones de personas— no nos impida respuesta de conservación espiritual y poética; es decir, respuestas que solo tenemos y podemos ofrecer como especie.
O de otro modo, ¿qué hacemos con lo que hicieron de nosotros, para que no nos perdonen porque no creemos en la culpa?
Este trabajo forma parte del libro La realidad miente más, de próxima aparición.

Currículo de José Antonio Cedrón en esta misma Revista RyF Nº 25.



Nuevos colaboradores

PABLO ROMERO GARCÍA

Reside en Montevideo, Uruguay. Profesor de Filosofía, egresado del Instituto de Profesores Artigas (IPA), completó su formación académica con la Licenciatura en Filosofìa (FHCE, Universidad de la República). Fundador y coordinador del proyecto cultural Arjé, es editor responsable de la revista homónima. Se desempeña como docente de Filosofía de educación secundaria, como docente en Teoría y Práctica de la Argumentación en la Universidad Católica y como docente de Filosofía de la Diplomatura en Gestión Cultural de la Fundación Itaú. Ensayista y articulista en medios locales y extranjeros, es autor del libro Asueto de las máscaras (2007). Participa asiduamente en los medios de comunicación, tanto en radio, televisión como en la prensa escrita, habiendo sido columnista de Filosofía en Radio El Espectador (programa "La segunda mañana"), en el canal televisivo Tevé Ciudad (programa "Ciudad Más") y en el semanario Voces.



JOSÉ ANTONIO CEDRÓN

Nació en Buenos Aires, Argentina, donde comenzó a publicar en la década de los años 70, e integró la mesa directiva de la Agrupación Gremial de Escritores Argentinos. Reside en Cuernavaca, México.
Vivió durante una década exiliado en diversos países de Latinoamérica. En Venezuela trabajó como docente (educación básica) y en la revista “Los Libros”. En México fue coordinador de Bibliotecas de Investigación en el Archivo Histórico de Puebla. Luego trabajó cinco años en la Universidad Autónoma de Puebla.
Seleccionó y compiló los cuatro tomos del libro Sucesión rectoral y crisis en la izquierda, y es autor del capítulo sobre Haití en el libro América Latina, Herida y Rebelde, y del documento Guatemala: el proceso de diversificación del movimiento revolucionario visto por el PGT.
En los años 90, en la ciudad de México, fue coordinador de Ediciones del diario “Unomásuno” y se desempeñó como editor de la revista “Este País”. Publicó los poemarios La tierra sin segundos, De este lado y del otro, Actas, Vidario, y el reportaje novelado El Negocio de la Fe.
Parte de su obra fue traducida al francés, inglés, portugués y catalán.
Obtuvo el II Premio Concurso Cincuentenario del Periódico Alberdi, en Buenos Aires; la Primera Mención Honorífica Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, en Nicaragua; Mención Premio Carlos Pellicer para obra publicada en México; y el Premio Nacional de Poesía de México, Sinaloa.
Trabajos suyos fueron musicalizados en Argentina, México, España, Nicaragua y Costa Rica. Realizó espectáculos de café-concert con poemas y canciones y grabó discos con la participación de los músicos Carlos Díaz Caíto, Rolo Taubas, Nobilis Factum, Helio Huesca, Ofilio Picón, Nimbus Jazz, Raquel Oyola, Marianne Friederichs, Delia Caffieri, Adrián Goizueta y el Grupo Experimental, entre otros.
Es coautor de libros de texto de español para la Secretaría de Educación Pública, educación secundaria a distancia para adultos.
Trabajó en el área de Educación e Investigación Artísticas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) durante cuatro años.
Como docente, impartió en el Diplomado de Creación Literaria de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), y tuvo a su cargo la cátedra Lengua y Comunicación para maestros que cursan Docencia en Artes en el Centro Morelense de las Artes (CMA) de Cuernavaca.



REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 25 — Junio de 2016 — Año VII
ISSN 2250-4281
Exp. 5259276 del 21/10/2015, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina.

Propietario y Director: Héctor R. Zabala
Av. Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

(currículo en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/ - Suplemento Nº 56)


Colaboradores

Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
(currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 13)


Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
 @mon_villarreal
(currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17)



Luis Benítez (poesía)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com.ar/2015/03/suplemento-64-realidades-y-ficciones-en.html - Suplemento Nº 64)

Agustín Romano (ensayo)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Anna Rossell
Barcelona (Cataluña), España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 11)

Tomás Stefanovics
Montevideo, Uruguay / Münich, Alemania
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 7)

Gustavo Flores Quelopana
Lima, Perú
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 8)

María Isabel Amor Illanes
Las Condes (Santiago), Chile
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 9)

Liliana Lapadula
San Martín (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 9)

Agustín Arosteguy
Balcarce (Pcia. Buenos Aires), Argentina / Bilbao (País Vasco), España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 10)

Francisco Angulo Lafuente
Madrid, España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 10)

Felipe Acuña Lang
Santiago, Chile
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 11)

María del Carmen Castañeda Hernández
Tijuana (Baja California), México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 12)

Santiago Sevilla Vallejo
Madrid, España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 12)

Lidia Morales Benito
Salamanca (Castilla y León), España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 13)

Patricia Eguiguren E.
Quito, Ecuador
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 14)

María Amelia Díaz
Castelar (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 15)

Vivina Perla Salvetti
Porlamar (Isla de Margarita, Nueva Esparta), Venezuela / Villa Ballester (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 15)

Reneé Acosta
Chihuahua (Chihuahua), México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 16)

Marcos Rodrigo Ramos
Moreno (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 16)

Pablo Cassi
San Felipe (V Región), Chile
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 16)

Daniel Abelenda
Carmelo (Colonia), Uruguay
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 16)

Lucero Balcázar
México D.F., México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 16)

Asmara Gay
México D.F., México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 17)

Cristian Emanuel Vitale
La Plata (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 17)

Peter Tase
Berat (Albania) / Milwaukee (Wisconsin), Estados Unidos
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 17)

Josep Anton Soldevila
Barcelona (Cataluña), España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 18)

Goya Gutiérrez Lanero
Castelldefells (Barcelona, Cataluña), España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 18)

Alberto Ramponelli
Buenos Aires, Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 18)

Miguel Ángel Galindo Núñez
Guanajuato (Guanajuato), México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 18)

Leo Castillo
Barranquilla (Atlántico), Colombia
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 18)

María Eugenia Caseiro
La Habana, Cuba / Miami (Florida), Estados Unidos
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 19)

Jorge Aloy
Buenos Aires, Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 19)

Fernando Sorrentino
Buenos Aires, Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 20)

Fernando Chelle Pujolar
Mercedes, Uruguay / Cúcuta (Norte de Santander), Colombia
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 20)

José Francisco Sastre García
Valladolid (Castilla y León), España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 20)

Joaquín Pi Yagüe
Madrid, España
 @jjoapi
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 21)

Pablo Andrés Villegas Giraldo
Caldas (Antioquia), Colombia
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 21)

Enrique Jaramillo Levi
Panamá, Panamá
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 22)

Ángel Gavidia Ruiz
Trujillo, Perú
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 22)

Estela Barrenechea
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 23)

Alberto Julián Pérez
Rosario (Pcia. Santa Fe), Argentina / Lubbock (Texas), Estados Unidos
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 23)

Maximiliano Reimondi
Mar del Plata (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 23)

Livia Díaz
Xalapa (Veracruz), México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 24)

Pablo Romero García
Montevideo, Uruguay
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 25)

José Antonio Cedrón
Buenos Aires, Argentina / Cuernavaca, México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 25)


 @RyFRevLiteraria

 @RyF_Supl_Letras

Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.

"Realidades y Ficciones"
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm





1 comentario:

  1. Los felicito por este espacio de construccion cultural , de sostenimeinto de identidad y palabra literaria, descubrir a Jorge Leonidas Lucero me parecio maravilloso....

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